Privatización de Pemex: éxito visto desde afuera
Las petroleras de ciclo completo de América Latina han tenido una evolución similar a la de Pemex: primero fueron monopolios del Estado, sin participación privada y a menudo con precios de la gasolina y el gasóleo subvencionados o a cargo de las cuentas de resultados de esas petroleras. Luego, algunas fueron privatizadas, pero el caso de Pemex destaca especialmente por su éxito.
En la mayoría de los casos, el presupuesto del Estado obtuvo un tercio o más de sus divisas gracias a los beneficios que dichas petroleras obtenían: en México, hasta 2016, un tercio. En Brasil porcentajes incluso superiores y, en Argentina, valores similares.
Sin embargo, cuando existen contratos internacionales de venta de crudo (Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia y, desde luego, México) a menudo la demanda interna crece por encima del potencial del país, porque los combustibles se subvencionan. Brasil y Argentina, por ejemplo, tuvieron que importar gasolinas y diésel que pagaron más caros de lo que sus propias cadenas de distribución lo vendían a los consumidores de sus países.
Como consecuencia, el presidente argentino Macri tuvo que aumentar recientemente los precios internos, porque el pasado mes de agosto, al pedir ayuda al Fondo Monetario Internacional, Argentina tuvo que luchar contra la inflación y la fuga de capitales. Así, se gravaron las exportaciones agrarias y el tipo de interés oficial se elevó al 60%.
La evolución de la industria petrolera de México es distinta, y en este artículo se ponen de manifiesto sus puntos fuertes y algunos elementos que la hacen todavía vulnerable.
Pemex, después de la privatización
En los mejores años y a buenos precios, México producía 3,5 millones de barriles por día. En el año 2015, la producción cayó a 2,3 barriles. En ese momento, el petróleo cotizó por debajo de 30 dólares barril y Pemex tuvo que recibir la ayuda del Estado mexicano. Según detallaba The Economist, el Estado mexicano tuvo que refinanciar Pemex con 73,5 miles de millones de pesos (4.200 millones de dólares americanos) y un ajuste fiscal de 40 mil millones de pesos. Las gestiones del entonces director de Pemex, José Antonio González, en Nueva York, y un nuevo plan estratégico, mejoraron las calificaciones de las agencias de “rating” y las líneas de los bancos de inversión, y posteriormente la cotización en bolsa (Nasdaq). Se ajustaron los costes de producción, pero, a pesar de eso, en 2015 y con el barril WTI a 30 dólares, la compañía tuvo unas pérdidas de 522 miles de millones de pesos.
Ahora, esto ha cambiado, y los resultados comparativos del primer trimestre de 2018 señalan una clara mejora respecto a 2017. La compañía necesitaba nuevas inversiones y los datos revelan que se ha concentrado en los yacimientos fuera costa, donde tiene una experticia probada y los costes de operación son más bajos, además de que colabora con distintas compañías extranjeras: la ley de reforma del sector energético de 2013 hizo posible que compañías extranjeras pudieran tomar participaciones y acudir a las subastas de lotes de campos potenciales de explotación de crudo y gas natural.
El 27 de marzo de 2018 se convocaron subastas en aguas del Golfo de México; Pemex obtuvo siete bloques, seis con la asociación de otras compañías: cuatro en el Yacimiento Sureste; dos en colaboración con la petrolera francesa TOTAL, uno con Shell y uno con gestión directa. Además, Pemex obtuvo tres concesiones de la subasta de los bloques de Tampico-Misantla-Veracruz; dos asociadas con Deutsche Erdoel (Alemania) y la petrolera española CEPSA y uno con CEP.
Esto supuso un aumento de las exportaciones, con mejores precios internacionales para el crudo y el gas natural. Las exportaciones del trimestre aumentaron un 23,8%, gracias a facturar el barril a 44,15 dólares en 2017 y 56,41 dólares en 2018. Pero el volumen de crudo de las exportaciones aumentó un 12,8%, con una disminución del 19,9% de las exportaciones de productos derivados.
Además, las ventas domésticas tuvieron un cambio importante gracias a un nuevo sistema de facturación, que se inició en 2017. En el precio se incluyen ahora los costes de logística y distribución, y se tiene además en cuenta el tipo de cambio peso contra dólar. A partir del 1 de diciembre 2017, las ventas de gasolina y diésel fueron liberalizadas en todo el país.
Por otro lado, en relación con la estructuración de la deuda de Pemex, cabe tener en cuenta que el 82,6% está denominada en dólares, y una pequeña proporción en euros y yenes. El 83% es a tipo fijo, lo que es muy recomendable ante el proceso de aumentos de los tipos del dólar y, dentro de pocos meses, del euro, pero no del yen. En cuanto a la “duration” (coeficiente de elasticidad que indica en qué porcentaje aumentaría la deuda si los tipos de interés suben), éste tiene una media de 5,8 años para deuda en dólares, 2,6 para deuda en pesos mexicanos y 14,3 para el resto de monedas (sin duda, por el peso de la deuda en yenes).
En conclusión, el éxito de Pemex se debe, en gran medida, a su privatización, a la reducción de costes y a las inversiones que modernizaron los yacimientos petrolíferos. Es muy dependiente de las fluctuaciones de los precios del petróleo, pero ha diversificado su producción para blindarse ante los cambios brucos de los mercados internacionales. Merece destacarse, además, su buena gestión y la capacidad de establecer acuerdos de colaboración con compañías extranjeras en distintos campos, desde la explotación de gas natural (Linde) hasta los yacimientos de crudo en el Golfo de México.