EL SHOCK DE FUTURO (O CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE)

Según José Luis Cordeiro, ingeniero y profesor fundador de la Singularity University, en Silicon Valley, en 2045 la muerte será opcional, y el envejecimiento se habrá convertido en una enfermedad curable. Y no solamente eso: podremos revertir el proceso vital y seremos capaces de detener el envejecimiento y rejuvenecer (cosa que en lo personal me agrada). Pero,  en la longevidad o la no muerte, ¿qué ocurrirá con las herencias, la jubilación, los sistemas de protección social o el trabajo?

En 2045,  la inteligencia artificial superará a la humana, y será difícil diferenciar entre el pensamiento humano y el artificial. ¿Seremos como sociedad capaces de producir  a personas emprendedoras, líderes capaces, solucionadores de problemas, sujetos cuyo rasgo principal sea su ágil adaptación a los cambios? Ésa es la cuestión.

Ante los cambios que se presentan en nuestro país desde el 1  de diciembre de este año y la incertidumbre que esto implica, viene a mi memoria un libro  que causó un impacto muy fuerte en la década de 1970, titulado El shock del futuro. Su autor:   Alvin Toffler.

En esta obra se hablaba de industrias que iban a  desaparecer y de la aparición de otras (en la actualidad, pensaría en las de servicios), y como consecuencia se observaría el impacto emocional y psicológico de  los trabajadores, que se verían obligados a un aprendizaje totalmente diferente, así como a cambiar de localidad de residencia para encontrar un nuevo trabajo.

En aquel texto se decía también que  este cambio de residencia implicaría cambios en amigos, escuela o contacto con la familia, lo que traería como consecuencia relaciones personales más superficiales con un gran número de personas, en lugar de relaciones cercanas y más estables.

El libro auguraba que,  debido al cambio constante en el conocimiento, mucha gente buscaría  trabajos temporales y habría poca duración en los trabajos.

¿Qué tal? Todo lo anterior se cumplió en sólo 50 años…

Los bienes se convirtieron en objetos desechables, ya que el costo de la reparación o su limpieza es mayor que el costo de un objeto nuevo:  teléfonos, equipo de cómputo, tablets, etcétera, caducan rápidamente. Es además posible alquilar todo: casas, oficinas, equipo, personas, lo que elimina la necesidad de posesión.

Aunque el futuro es el producto de nuestras decisiones presentes, es cierto que sí podemos proyectar escenarios y tendencias de acuerdo con  los avances tecnológicos, científicos y humanos, sobre los que hemos de diseñar una educación diferente, nuevos inventos y actividades, una   oleada de líderes más capaces que se hagan cargo de dinamizar los nuevos escenarios y las organizaciones resultantes y renovados espacios para trabajar, producir y crear valor.

La revolución va a llegar a todas las actividades y facetas de la vida humana: producción de alimentos y medicinas (bioalimentos, biomedicinas), combustibles (biocombustibles), energías limpias, economía verde y economía circular, industria y producción personalizada, generación de nuevos servicios (economía de la experiencia), etcétera.  

Todos estos cambios abren un espacio nuevo a los gobiernos, organizaciones y empresas que sean capaces de leer el nuevo tiempo, poniendo su atención y planeación estratégica en el futuro y no en el pasado (desgraciadamente, la planificación se sigue realizando con los viejos manuales y con los postulados económicos de antaño).  

La expansión de las fronteras del conocimiento nos abre  a nuevas preguntas, algunas que nos acercan a conceptos muy de ciencia ficción, religiosos o espirituales: ¿dónde  están los límites de la vida? ¿Podemos vencer a la muerte? ¿Cómo podemos viajar a otros mundos? ¿Podemos hibridar al  ser humano con la tecnología? ¿Podemos crear nuevas especies?

Se acerca el fin del trabajo humano como lo conocemos; ya no habrá producción en masa, y se recurrirá a la producción personalizada, quizá más artesanal.

La filosofía, psicología, sociología han cambiado y han variado sus  postulados y roto sus paradigmas. Hay grandes conflictos y crisis de identidad de género, ideológicas, etcétera, que no podemos valorar adecuadamente   por los cambios constantes y tan acelerados.

Cuando se habla de estudiar el futuro, se hace referencia al análisis  de lo que puede acontecer en relación con aquella información sobre el futuro que poseemos  en el presente, como tendencias, sucesos y planes, entre otros.

¿Realmente somos capaces de visualizar esto, o simplemente en un afán de simular inteligencia o creatividad sólo refriteamos con otros nombres lo que hace 50 o 100 años ya existía? En este  sector que nos concierne solo veamos la originalidad de nuestros productos, comercialización, etcétera, en el siglo XXI.

Comprender el futuro significa entender cuál es  la secuencia de hechos que puede llevar a que ese  futuro específico se materialice, de entre un mar de posibilidades. ¿Realmente    conocemos el impacto que tendrán los cambios inesperados que estamos teniendo en lo que respecta a los negocios? ¿Realmente  podemos decir que el destino nos alcanzó? ¿O volveremos derrotados al pasado?

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