Petróleo

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Como usted sabe, se nos acabó el petróleo que vendíamos. Hace algunos años, México producía tres millones de barriles diarios (mbd) y exportaba dos. Hoy producimos dos y exportamos uno. O, para ser más exactos, en 2016 produjimos 2.195 mbd, en promedio, y exportamos 1.195. Sin embargo, en diciembre la producción era apenas superior a los dos mbd: 2.035, y eso representó una caída de más de 10 por ciento frente a diciembre de 2015. Es interesante notar que a pesar de esa caída, las exportaciones se han mantenido, e incluso exportamos un poco más en 2016 que en el año anterior.

Pero consumimos cada vez más petrolíferos (y petroquímicos), como puede usted imaginar. Entre gasolina y diésel, las importaciones fueron de poco más de 500 mil barriles diarios en 2014, más de 570 mil en 2015 y el año pasado se quedaron apenas debajo de 700 mil barriles diarios. Por la diferencia de precio, prácticamente lo que exportamos de crudo nos alcanza para pagar lo que importamos de estos dos petrolíferos. Pero como importamos otros productos, la balanza comercial de productos petroleros es negativa. Muy negativa.

En 2013 exportamos casi 50 mil millones de dólares y compramos poco más de 40 mil, de forma que obtuvimos un saldo positivo de poco menos de nueve mil millones de dólares. Pero al año siguiente ambas cifras estuvieron cerca de 42 mil millones de dólares, de forma que sólo sacamos 880 millones a favor. Para 2015 las exportaciones fueron de 23 mil millones, pero importamos 33 mil, y el año que acaba de terminar cerró con menos de 19 mil millones exportados y casi 32 mil importados. Un saldo neto de menos 12 mil 800 millones de dólares.

Parte de esta balanza es del mismo Pemex, que lleva petróleo a procesar a su planta en Deer Park, de forma que no todo es pérdida, pero de cualquier forma estamos muy lejos de ser exportadores netos de petróleo. Eso fue en otra época, y ya no es más. Por lo mismo, me parece extraño que los medios de comunicación sigan informando del precio de la mezcla mexicana de exportación, que ya no tiene importancia alguna (salvo para los académicos), y que todavía no se haya logrado construir una información más o menos confiable de cuánto es el precio de la gasolina equivalente a la que se venderá en el país. Es cierto que este precio varía por regiones, pero al menos podría informarse de cuatro o cinco de ellas, en lugar de hablar de algo que ya no tiene importancia.

La forma como los seres humanos construimos sentido de lo que nos rodea es con una narración en la que podamos incorporar nuevos datos, de ser posible sin que se nos destruya la idea general. En consecuencia, una vez construida la narración, seleccionamos los datos si coinciden con ella, y rechazamos los demás. En la mente de los mexicanos hay una idea general construida en la escuela, alrededor de lo que interesaba al régimen de la Revolución (que construyó la esencia de esa narración): nacionalismo, pobrismo, el petróleo como referencia de la soberanía, algunos mitos creados para darle sentido a la narración, y poco más.

Pero esa idea es contraria a lo que México ha construido en la realidad desde hace poco más de veinte años. Por eso la insistencia de tantos en que el TLCAN era dañino para México, idea que sólo cambió cuando vieron que en Estados Unidos creían lo mismo. Algo similar ocurre con el petróleo, que sigue siendo un fetiche. Por eso mismo, es muy importante que los medios muevan la narración. Algo que debieron haber hecho hace décadas, por cierto.

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